Con el objeto de comprender y aprovechar mejor los contenidos de este capítulo, recomiendo leer primero (al menos) los dos anteriores relativos al tema Sexualidad, de mayo y junio, 2009.
Tal como hemos definido en los capítulos aludidos, consideramos a la homosexualidad como una de las expresiones posibles de las tendencias sexuales que caracterizan a los seres humanos, masculinos y femeninos.
Hemos insistido en el concepto de la variabilidad extrema que caracteriza a la combinación cerebral primaria-secundaria de las personas, y, consecuentemente, en cada individuo podrá haber una expresión en cuanto a tendencia sexual propia y única, en un abanico contínuo donde quedan incluídos los fundamentalmente heterosexuales, los bisexuales, y los fundamentalmente homosexuales, que constituyen un grupo minoritario.
Ello sin dejar de insistir en que éste es un abanico contínuo, con expresiones intermedias entre los tres grupos más definidos ya citados.
Así, el grupo integrado por personas fundamentalmente homosexuales comprende a aquellas cuya tendencia sexual va muy predominantemente dirigido a personas de su mismo sexo, y la expresión de esta tendencia podrá ser muy variada dependiendo de la combinación de todas las tendencias primarias del individuo, asociada a la participación del cerebro secundario, que puede ser más o menos influyente, y que aporta elementos provenientes de la crianza y educación familiar, escolar, costumbres y presiones sociales, etc, etc.
Como hemos aludido en los capítulos referidos, la homosexualidad ha sido considerada desde una patología psiquiátrica de muy difícil tratamiento, y una aberración antinatura, a una manifestación del “mal”, como entidad autónoma especialmente repudiable.
Han primado claramente, con muy pocas excepciones circunstanciales, a través de los siglos y en las distintas sociedades, los criterios que rechazan esta tendencia por considerar su expresión en conducta concreta como abiertamente inmoral y contraria a las buenas costumbres.
Han sido las sociedades más religiosas, especialmente en el mundo occidental cristiano, y los países islámicos más conservadores, quienes con más fuerza se han opuesto a la aceptación de la homosexualidad como una tendencia y conducta apropiadas y deseables.
Tal como hemos comentado antes, aún no está claro desde el punto de vista científico cual es el origen de la tendencia homosexual, que puede ser más o menos excluyente, y más o menos apremiante (definida en términos de ritmo e intensidad, llegando a su expresión más fuerte en el grupo de los fundamentalmente homosexuales-hipersexuales, capítulo 9).
Lo que no podemos poner en duda, a esta altura, es que la existencia de estas tendencias ha sido permanente a través de la historia humana, como un hecho propio de la naturaleza, y que no es materia de “libre elección o decisión” para cada individuo, sino algo a ser descubierto por cada uno, en un auto análisis que puede tomar un buen número de años, partiendo desde la infancia.
Esperemos que la Neurociencia, y todas las disciplinas que se abocan al estudio del funcionamiento cerebral, sus orígenes genéticos, epigenéticos y embriológicos, y todas las disciplinas relacionadas que estudian estos temas con ahínco, sean capaces de dar a futuro luces más claras y útiles sobre este tema.
Qué nos seguirá quedando como preocupación permanente como individuos y como sociedad para enfrentar este tema: el poder conciliar las diversas opiniones, algunas absolutamente contrapuestas, que la homosexualidad origina.
Toda persona, en mayor o menor medida, aspira a ocupar un lugar legítimo y digno en la sociedad en la que le ha tocado nacer y/o vivir. Las personas fundamentalmente homosexuales no son una excepción, y muchas de ellas, en concordancia a su perfil espectral de tendencias total, que los caracteriza y los distingue, (al igual que a todos los seres humanos), están dando una dura lucha por ganarse un lugar oficialmente aceptado dentro de la sociedad.
Una de las manifestaciones más fuertes de esta lucha, actualmente muy presente en el mundo occidental, es la de acceder a la institución del matrimonio. Ello no solamente conlleva la incorporación de un marco que proteja sus intereses legales, patrimoniales y hereditarios, sino que fundamentalmente apunta a una legitimación profunda de la condición homosexual, condición que según ellos no debiera ser considerada como un obstáculo para su calificación como miembros de pleno derecho en la sociedad.
Ello se enfrenta, y se seguirá enfrentando, con las visiones más conservadoras, lideradas por personas que observan y sienten la expresión concreta pública y privada de la homosexualidad, como una agresión y transgresión inaceptables a sus valores más preciados. (Es muy humano considerar nuestros valores y nuestra forma de ver el mundo como los más correctos y convenientes, siendo esta reflexión válida para todos).
Así como las personas fundamentalmente homosexuales (al igual que todos los demás), tienen derechos y deberes dentro de la sociedad, no debemos olvidar que el fenómeno de la moralidad nos afecta también a todos, aunque ello se produzca de manera diferente según cual sea nuestra propia y particular visión del mundo. (capítulo 2).
La expresión concreta, especialmente mientras más explícita sea, de cualquier conducta sexual produce un efecto poderosísimo en cualquier testigo, voluntario o no.
Según el tipo de orientación sexual de ese testigo, este efecto puede resultar atractivo o repulsivo, y ser capaz de ponerlo en una situación de clara incomodidad, y/o de de abierta estimulación sexual, en circunstancias que pueden ser totalmente inapropiadas.
Frente a esta realidad, las distintas sociedades se han organizado de modo más o menos oficial, y más o menos permisivo o restrictivo, para acotar las circunstancias en que estas “perturbaciones del ánimo” de los testigos sean las menores posibles, y afecten en la menor medida, en especial a niños y jóvenes, que podrían verse “mal influenciados”.
Son tan fuertes y predecibles los efectos que la estimulación sexual puede provocar, que la vemos desde ya en la publicidad masiva, donde hay muy frecuentemente elementos de sexualidad más o menos explícitos, y en la existencia de material pornográfico cuyo acceso es más o menos restringido, como por ejemplo en las páginas web que los ofrecen, y que ostentan el record de ser las que más ganancia directa producen de toda la internet, cada una dirigida a un tipo de expresión sexual acorde con los gustos de cada usuario.
No es de extrañar, pues, que la polémica existente en estos días, lleve a muchos espíritus a tomar posiciones tan duras como inconciliables en estos temas. La homosexualidad está en el centro de la atención hoy, por las fuertes iniciativas que sus defensores han tomado con miras a su legitimación.
No debemos olvidar, sin embargo, que así como toda persona tiene deberes y derechos, y una legítima aspiración a una vida plena y digna, incluídas las personas fundamentalmente homosexuales, las cuales no tomaron esa posición por una elección libre, sino como una condición biológicamente impuesta por la naturaleza, deben, asimismo, respetar los sentimientos de rechazo que provocan en aquellas otras personas, las cuales son fundamentalmente heterosexuales también por imposición biológica de la naturaleza y no por libre elección, y tienen derecho a coexistir en una sociedad donde no estén sometidos a influencias que les son especialmente ingratas.
Cual es el justo término medio o equilibrio que permitirá el mejor respeto de los derechos de todos, y una adecuada protección de los niños, quienes están expuestos a ser víctimas de situaciones que no necesariamente serán las que a ellos les brinden mejores oportunidades y felicidad, es una respuesta que las sociedades seguirán buscando, tal vez sin terminar de encontrarla cabalmente nunca.
No obstante lo anterior, deberíamos poder llegar al menos a un mínimo acuerdo conciliador, en el sentido de asumir como inconvenientes y merecedoras de ser evitadas, las manifestaciones públicas explícitas de sexualidad, sea cual sea su tipo y orientación, si incluyen contenidos tan fuertes que sean capaces de causar molestia, incomodidad, y reacciones indeseadas e indeseables, a muchas personas.
Agosto, 2010.
Jorge Lizama León.