Hemos dicho que cada ser humano es único e irrepetible, y que incluso es posible detectar diferencias en las reacciones y conducta de gemelos idénticos, por pequeñas que éstas sean.
Lo anterior es consecuencia de que en el desarrollo embriológico de cada ser humano, por razones que aún desconocemos, pero que están relacionadas con los mecanismos de interpretación y conformación orgánica de la información genética, se producen variaciones que dan cuenta no sólo de diferencias en los rasgos físicos, sino que también de la conformación, y por tanto expresión, del cerebro primario y secundario.
En el cerebro primario, diferencias en su preprogramación que lo caracterizarán en todas sus tendencias y reacciones innatas, y en el cerebro secundario, en la capacidad final que éste tendrá de adquirir conocimientos y destrezas, y de controlar más o menos al cerebro primario, o dejarse controlar más o menos, por aquel.
En efecto, como ya hemos dicho (capítulo 4) respecto del cerebro primario, éste viene preprogramado con una serie de tendencias innatas.
Sobre esto, debemos precisar que esto no se produce en un esquema de existencia o no existencia de determinadas tendencias como a la violencia, a la sumisión, a la defraudación, sino que todas ellas siempre están presentes, pero con diferente grado de intensidad.
O sea, se trata de un problema cuantitativo y no cualitativo.
Todos tenemos algún grado, mayor o menor, de todas las tendencias. Por ejemplo, todos tenemos la tendencia a ayudar a otra persona cuando lo necesita, sólo que ésta tendencia puede ser de gran intensidad, o de mediana o mínima intensidad, en cualquiera de todos los grados posibles de ese espectro. Asi, en cada cerebro primario se expresarán, cada una en distinto grado, todas las tendencias posibles, pero algunas podrán ser tan intensas que resaltarán mucho, caracterizando fuertemente a esa persona, en cambio otras serán tan débiles que no se percibirán casi nada o no en absoluto.
También es posible que una persona no traiga ninguna tendencia demasiado maracada, ni negativa ni positiva.
Si ese cerebro primario viene unido a un cerebro secundario poco brillante, tendremos a una persona más o menos anodina, o del montón, en la expresión más popular.
Se darán así una serie infinita de perfiles posibles en los cerebros primarios de cada persona, dependiendo de la fuerza relativa de cada tendencia, residiendo allí una de las bases del origen de la variabilidad que estamos analizando, la cual se debe unir a la otra base, esto es, la participación del cerebro secundario, el cual también participará modificando el perfil general de cada persona, agregando así un importante factor multiplicador de variabilidad.
Por su parte, este cerebro secundario también exhibe una enorme variabilidad en su desarrollo y capacidad de influencia sobre el cerebro primario, dependiendo de su máxima inteligencia alcanzable (la cual viene genéticamente determinada) y de la experiencia y enriquecimiento vividos en su contacto con el medio.
Así, una educación de calidad, la inculcación de valores positivos en beneficio propio y de los demás, serán elementos muy importantes, capaces de generar una sólida conciencia moral, la cual podrá reforzar la capacidad de la persona de contrarrestar con distintos grados de éxito las tendencias dañinas y negativas, cuando éstas vengan preprogramadas con intensidad en su cerebro primario.
La conciencia moral de gran fortaleza nace de la asociación de un cerebro secundario potente en inteligencia, experiencia y educación, con un cerebro primario en que prevalezca la preprogramación de protección personal y del clan o tribu por sobre la preprogramación de las tendencias más dañinas y destructivas.
En suma, la capacidad de contrarrestar las tendencias más negativas y dañinas dependerá de la intensidad relativa de las tendencias positivas y negativas del cerebro primario, y de la fortaleza del cerebro secundario.
Podemos comprender así el enorme abanico de conformaciones posibles que puede tener cualquier binomio cerebral primario-secundario, existiendo infinitos perfiles, cada uno con mayores o menores diferencias.
Al mismo tiempo, en todos aquellos casos en que aparezca más nítidamente determinado un conjunto de las mismas tendencias, y en que éstas tengan una fuerza relativa más o menos similar, empezamos a encontrar determinados tipos humanos característicos, a cuyo estudio nos abocaremos próximamente.
Sin pretender adelantarnos en exceso al debido orden en la elaboración de esta fascinante teoría, podemos ir desde ya infiriendo, en base a lo hasta acá expuesto, la importancia trascendente que tiene para toda sociedad el contar con sistemas educacionales de calidad, y donde se privilegie el inculcar valores positivos y de protección por sobre los negativos y de destrucción.
Es sobre el desarrollo y fortalecimiento del cerebro secundario donde mejores posibilidades tenemos de influir positivamente, puesto que es evidente que sobre el cerebro primario tenemos menos posibilidades de intervenir, no sólo porque para ello estamos tecnológicamente limitados aún, sino que porque además, si ello fuera posible, podríamos adentrarnos en un campo muy peligroso de intervención sobre la esencia misma de la naturaleza humana, de consecuencias, hoy al menos, imprevisibles.
Mayo de 2008
Jorge Lizama León.